Había una vez, en una amplia sabana dorada, un león llamado Leo. A diferencia de otros leones que se jactaban de su fuerza y rugía para demostrar su poder, Leo era conocido por su corazón bondadoso y generoso. Todos los animales del bosque sabían que si tenían un problema, podían contar con Leo para ayudarles.
Una mañana soleada, mientras Leo paseaba cerca del río, escuchó un llanto suave. Intrigado, siguió el sonido hasta un arbusto y descubrió a un pequeño conejo llamado Tobi atrapado en una red. “¡Ayúdame, por favor!”, gritó Tobi con ojos llenos de lágrimas. Sin dudarlo, Leo usó sus fuertes garras para romper la red. Tobi estaba tan agradecido que saltó sobre la melena de Leo y dijo: “¡Gracias, Leo! Nunca olvidaré lo que hiciste por mí.”
Unos días después, mientras Leo descansaba bajo su árbol favorito, escuchó una discusión entre dos animales: un mono llamado Max y una cebra llamada Clara. Max había tomado un racimo de plátanos que Clara había recolectado cuidadosamente. Leo, con su calma habitual, se acercó y dijo: “Max, si compartes con Clara, ambos podrán disfrutar. La generosidad siempre trae felicidad.” Max reflexionó y, con una sonrisa, compartió los plátanos. Desde ese día, los tres se volvieron grandes amigos.
Pero no todo era tranquilo en la sabana. Un día, llegó un feroz chacal llamado Rugo, que quería gobernar la sabana con miedo. Rugo robaba la comida de los animales y les asustaba con su aullido estridente. Los animales estaban aterrorizados, pero ninguno se atrevía a enfrentarlo.
Una noche, Tobi, Max y Clara se reunieron en secreto con Leo. “¡Tenemos que hacer algo!”, dijo Tobi, temblando de miedo. Leo asintió y dijo: “Juntos somos más fuertes. Si trabajamos en equipo, podemos detener a Rugo.”
Al día siguiente, Leo ideó un plan. Clara usó sus rápidas patas para atraer a Rugo hacia una trampa que había preparado Max con lianas y ramas fuertes. Tobi, siendo pequeño y ágil, se escondió cerca para dar la señal cuando Rugo estuviera en la trampa. Leo, por su parte, se quedó cerca para asegurarse de que todo saliera bien.
Cuando Rugo cayó en la trampa, se enfureció y comenzó a aullar. “¡Sáquenme de aquí!”, gritó. Leo se acercó con calma y dijo: “Promete que nunca más intimidarás a los animales de la sabana, y te dejaremos libre.” Al principio, Rugo se negó, pero al ver la determinación en los ojos de los animales, finalmente aceptó.
Cuando lo liberaron, Rugo miró a Leo y dijo: “Nunca nadie me había tratado con justicia. Siempre he pensado que la fuerza es lo único que importa, pero ahora veo que estaba equivocado.” Desde ese día, Rugo cambió su actitud y comenzó a ayudar a los animales en lugar de asustarlos.
La sabana volvió a ser un lugar de paz y alegría. Todos los animales aprendieron que, gracias al corazón generoso de Leo y al trabajo en equipo, podían superar cualquier desafío. Leo seguía siendo el líder querido por todos, no por su fuerza, sino por su bondad.
Y así, cada noche, bajo el cielo estrellado, los animales se reunían alrededor de Leo para escuchar sus historias y recordar que la generosidad y la amistad siempre ganan.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
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