Cuentos para dormir relatos de fantasía para niños

Era una noche mágica en el pequeño pueblo de Valleverde. El aire estaba fresco, y el cielo, despejado, estaba lleno de estrellas. En una casita de madera, una niña llamada Lara se preparaba para irse a dormir. Pero antes de cerrar los ojos, le pidió a su mamá que le contara un cuento.

—Mamá, ¿puedes contarme una historia de fantasía? ¡De esas que me hagan soñar con aventuras y criaturas mágicas!

Su mamá sonrió con cariño, acomodó a Lara en su cama y comenzó a contarle un cuento que había oído cuando era pequeña. Una historia que siempre la había fascinado.

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La Isla de los Sueños Perdidos

Hace mucho, mucho tiempo, en un rincón lejano del mundo, existía una isla llamada Isla de los Sueños Perdidos. Esta isla no aparecía en ningún mapa, y su ubicación era un secreto bien guardado. Nadie sabía cómo llegar hasta allí, pero se decía que aquellos que lograban encontrarla vivían una aventura mágica que jamás olvidaban.

En esta isla, los sueños no eran como los nuestros. Eran sueños de verdad, grandes y coloridos, llenos de luces brillantes y criaturas extrañas. En la Isla de los Sueños Perdidos, los sueños no solo se soñaban; ¡se podían tocar y sentir! Podías caminar entre ellos como si fueran nubes de algodón o montarlos como si fueran caballos de fuego.

Un día, un niño llamado Tadeo, con una curiosidad infinita y un corazón lleno de valentía, decidió que quería encontrar la isla. Tadeo había oído historias sobre ella de su abuela, que siempre le contaba relatos fantásticos antes de dormir.

—La isla está más cerca de lo que parece —le había dicho su abuela—. Solo tienes que confiar en tu intuición y seguir el brillo de la luna.

Así que una noche, cuando la luna estaba llena y las estrellas parecían brillar con más fuerza que nunca, Tadeo se embarcó en una pequeña barca, con una vela roja que ondeaba al viento. Nadaba en dirección al horizonte, guiado por las estrellas y por el consejo de su abuela. Sabía que la aventura sería difícil, pero no tenía miedo.

A medida que navegaba, el agua se volvía cada vez más luminosa. De repente, un destello de luz lo rodeó, y al mirar hacia arriba, vio una forma extraña en el cielo. ¡Era un dragón de estrellas! Con escamas brillantes que reflejaban los colores del arcoíris. El dragón giró alrededor de la barca de Tadeo y le sonrió.

—¿Adónde vas, pequeño viajero? —preguntó el dragón, con voz profunda y suave.

—Voy en busca de la Isla de los Sueños Perdidos —respondió Tadeo, con los ojos llenos de emoción.

—Ah, la isla —dijo el dragón con una sonrisa misteriosa—. Si quieres encontrarla, deberás seguir el rastro de los sueños perdidos, pero ten cuidado: algunos sueños pueden ser confusos y engañosos. No todos los sueños son buenos.

Tadeo, decidido, siguió adelante. El dragón de estrellas le indicó el camino y, con un batir de alas, desapareció entre las nubes. Tadeo se adentró más y más en el mar nocturno, y pronto, a lo lejos, vio una sombra que se alzaba sobre el agua. ¡Era la isla!

La Isla de los Sueños

Al llegar a la isla, Tadeo se sorprendió al ver que todo estaba cubierto por una niebla suave, como si el aire mismo estuviera hecho de sueños flotantes. En la orilla, un oso polar de pelaje dorado lo esperaba. El oso se inclinó ligeramente y le dijo con una voz amigable:

—Bienvenido a la Isla de los Sueños Perdidos. Soy Aurélio, el guardián de los sueños. Aquí, todos los sueños guardan un secreto.

Tadeo, lleno de asombro, miró alrededor. ¡Todo parecía tan diferente! Los árboles brillaban con hojas de colores que cambiaban de tono cada vez que el viento soplaba, y en el cielo, las estrellas parecían danzar al ritmo de una melodía que solo se escuchaba en la isla.

—Pero, ¿dónde están los sueños? —preguntó Tadeo, curioso.

Aurélio lo miró y señaló hacia un campo donde se veían figuras flotando: eran sueños olvidados. Algunos de ellos eran grandes como montañas y otros pequeños como burbujas. Pero algo extraño ocurría: los sueños estaban atrapados en burbujas flotantes, incapaces de moverse.

—Estos son los sueños que nadie ha soñado —dijo Aurélio—. Sueños que se perdieron, olvidados por quienes dejaron de creer en ellos. Tu misión es liberar un sueño y darle la oportunidad de ser vivido de nuevo.

Tadeo miró alrededor, observando los sueños atrapados. Uno de ellos brillaba con una luz dorada y parecía especialmente bonito. Sin pensarlo dos veces, Tadeo se acercó y tocó la burbuja. De repente, la burbuja estalló en una lluvia de colores, y del interior surgió un pegaso de alas plateadas, que levantó el vuelo.

—¡Gracias por liberarme! —dijo el pegaso con voz melodiosa—. Ahora podré ser soñado nuevamente.

Tadeo sonrió, sintiendo que había hecho algo maravilloso. Pero Aurélio le advirtió:

—Cada sueño liberado también puede traer desafíos. ¿Estás preparado para enfrentarlos?

El Desafío del Sueño Perdido

Antes de que Tadeo pudiera responder, una nube oscura apareció en el cielo y de ella surgió un gigante de sombra. El gigante tenía ojos rojos brillantes y una risa aterradora.

—¿Quién ha osado liberar un sueño? —rugió el gigante—. Ahora tendré que llevármelo de vuelta al olvido.

Tadeo sintió un poco de miedo, pero recordó las palabras del dragón de estrellas: “No todos los sueños son buenos”. Decidido a proteger al pegaso y a la isla, Tadeo pensó rápido. Corrió hacia una cascada de cristal que se encontraba en la otra parte de la isla, donde el agua caía en brillantes gotas como diamantes.

—¡Vengan, sigan el rastro del agua! —gritó Tadeo al pegaso.

Juntos, el niño y el pegaso, se sumergieron en las aguas cristalinas. Cuando el gigante trató de alcanzarlos, las aguas los cubrieron y el gigante, al intentar seguirlos, desapareció en una nube de polvo.

La isla, al verse libre de la amenaza, comenzó a brillar aún más. Los sueños perdidos flotaron hacia el cielo, dispuestos a ser soñados por otros niños.

El Regreso a Casa

Tadeo sabía que era hora de regresar a casa. Aunque no podía quedarse en la isla, la magia de los sueños lo acompañaría siempre. El pegaso lo llevó de vuelta hasta su barca, y antes de despedirse, le dijo:

—Recuerda siempre: los sueños perdidos están esperando ser soñados. Y tú, Tadeo, serás el soñador de muchos más.

Con el corazón lleno de alegría, Tadeo volvió a su hogar, sabiendo que la Isla de los Sueños Perdidos siempre estaría allí, en algún lugar entre las estrellas.

Cuando su mamá terminó de contar la historia, Lara se quedó pensando. ¿Sería posible que, alguna vez, un sueño perdido la estuviera esperando?

Con una sonrisa, cerró los ojos y se quedó dormida, soñando con mundos llenos de magia, dragones y pegasos.

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