Cuentos para enseñar a compartir: El Ratón y el Gato Amistoso

En una pequeña casa de campo vivía un ratón llamado Tico. Tico era muy listo y siempre encontraba los mejores trozos de queso escondidos en la despensa. Pero había un problema: Tico no quería compartir su comida con nadie. Siempre que encontraba un trozo de queso, lo guardaba todo para él.

En la misma casa también vivía un gato llamado Max. A diferencia de otros gatos, Max no perseguía a los ratones ni les hacía daño. Era un gato muy amistoso, pero Tico siempre se escondía de él, pensando que Max querría robarle su queso.

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Un día, mientras Tico disfrutaba de un gran trozo de queso que había encontrado, escuchó un fuerte maullido. “¡Ayuda! ¡Ayuda!” era Max, que se había quedado atrapado bajo un montón de cajas en el garaje. Al principio, Tico pensó en ignorarlo, pero luego recordó que Max nunca le había hecho daño, y decidió ir a ver qué pasaba.

Cuando Tico llegó al garaje, vio que Max realmente necesitaba ayuda. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia las cajas y empezó a empujarlas. Aunque era pequeño, Tico usó toda su fuerza y poco a poco logró liberar a Max.

“¡Gracias, Tico!” dijo Max con una sonrisa. “Me has salvado. No sabía que fueras tan fuerte.”

Tico se sintió orgulloso de haber ayudado, pero también un poco apenado. “Lo hice porque nunca me has hecho daño, Max. Y, para ser honesto, nunca te he dado una oportunidad. Pensé que solo querías robarme mi queso.”

Max rió suavemente. “No quiero tu queso, Tico. De hecho, me encanta la leche, no el queso. Pero incluso si lo quisiera, ¿qué tiene de malo compartir? Compartir siempre hace que todos estemos más felices.”

Tico se quedó pensando. Max tenía razón. Siempre había guardado todo para sí mismo, cuando podría haber disfrutado mucho más si compartiera. Al día siguiente, Tico decidió hacer algo especial. Fue a buscar a Max y le llevó un pedazo de queso como regalo.

“Este es para ti, Max,” dijo Tico. “Quiero compartirlo contigo, porque me doy cuenta de que compartir es mejor que quedarse todo para uno mismo.”

Max aceptó el queso y, en agradecimiento, le ofreció un poco de su leche. Los dos se sentaron juntos, disfrutando de su comida y riendo como verdaderos amigos.

Desde ese día, Tico aprendió que compartir no solo es un acto de generosidad, sino también una forma de hacer nuevos amigos y de vivir más feliz. Y cada vez que encontraba un nuevo trozo de queso, siempre lo compartía con su amigo Max.

Fin.

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