Había una vez un pequeño pueblo llamado Buenacalma, donde vivía un niño llamado Tomás. Tomás era conocido por ser muy listo y trabajador, pero también por ser un poquito egoísta. Si alguien le pedía prestado un lápiz, siempre respondía:
—¡No! Es mío. Podría necesitarlo más tarde.
En la escuela, sus compañeros siempre compartían sus meriendas y juguetes, pero Tomás nunca quería compartir los suyos. Un día, su abuela, una mujer sabia que vivía al otro lado del bosque, le llamó para visitarla.
—Tomás, ven a verme mañana— le dijo en una carta escrita con mucho cariño—. Hay algo importante que quiero enseñarte.
Tomás estaba emocionado porque siempre le gustaba visitar a su abuela. Ella siempre le contaba historias interesantes y le daba deliciosos pasteles de manzana. Pero esta vez, su visita sería diferente.
Al día siguiente, Tomás preparó su mochila con un bocadillo y un poco de agua, y comenzó su camino hacia la casa de su abuela. El bosque era tranquilo, con los árboles altos que susurraban con el viento y los pájaros cantando melodías alegres. Mientras caminaba, se encontró con un conejo pequeño que tenía cara de estar muy triste.
—¡Hola, conejo! ¿Qué te pasa?— preguntó Tomás.
—Tengo mucha hambre y no puedo encontrar zanahorias— respondió el conejo, mirando el suelo.
Tomás miró su mochila y vio su bocadillo. Tenía mucha hambre también, pero algo dentro de él le hizo pensar. Finalmente, rompió un pedazo del bocadillo y se lo dio al conejo.
—Aquí tienes. No es mucho, pero te ayudará.
El conejo sonrió y sus ojos brillaron de alegría.
—¡Gracias, pequeño amigo! Nunca olvidaré tu generosidad.
Tomás siguió su camino sintiéndose un poco extraño. Por un lado, tenía menos comida, pero por otro, se sentía feliz de haber ayudado al conejo.
Más adelante, se encontró con un pájaro que intentaba volar, pero su ala estaba lastimada.
—¡Oh, no puedo volar! ¿Cómo llegaré a mi nido?— pió el pájaro.
Tomás pensó rápidamente. Tomó un pañuelo de su mochila y con cuidado envolvió el ala del pájaro.
—Esto te ayudará hasta que te mejores— dijo Tomás.
El pájaro lo miró con gratitud.
—¡Gracias, pequeño humano! Volveré a volar pronto gracias a ti.
Tomás continuó su camino, y esta vez se sintió un poco más ligero, como si una calidez especial llenara su corazón.
Cuando finalmente llegó a la casa de su abuela, ella lo esperaba en la puerta con una gran sonrisa.
—Bienvenido, Tomás. Veo que el bosque te ha enseñado algo importante hoy— dijo ella misteriosamente.
Tomás se sorprendió.
—¿Cómo lo sabes, abuela?— preguntó.
Ella lo llevó al jardín trasero, donde había una mesa con una tetera y dos tazas de té.
—El bosque tiene una manera especial de enseñar generosidad. Cada vez que das algo, también recibes algo a cambio, aunque no sea material. ¿Cómo te sentiste ayudando al conejo y al pájaro?
Tomás pensó por un momento.
—Me sentí… feliz. Como si hubiera hecho algo bueno.
—Eso es la magia de ser generoso— dijo la abuela—. Cuando compartes con los demás, también llenas tu corazón de alegría.
Esa noche, mientras Tomás regresaba a casa, sintió que algo había cambiado en él. Ya no pensaba en guardar todo solo para él, sino en cómo podía ayudar a los demás.
Desde ese día, Tomás comenzó a compartir su lápiz, su merienda y hasta sus juguetes con sus amigos. Y descubrió que al hacerlo, no solo hacía felices a los demás, sino que también se sentía más feliz que nunca.
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
¡Hola! Soy Radhe, el creador de Cuentos Cortos, un espacio donde los cuentos cobran vida y las imaginaciones de los niños pueden volar. Me encanta escribir historias mágicas y divertidas que llenen de alegría a los pequeños lectores. Aquí encontrarás cuentos cortos y de antes de dormir en español, cada uno acompañado de un audiolibro y hermosas ilustraciones.
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