Cuentos sobre el sol para niños: El Sol que Quería Jugar con las Nubes

Había una vez, en el cielo azul brillante, un sol llamado Soli. Soli era alegre y cálido, siempre iluminando el día y dando luz y calor a todos en la Tierra. Pero había un pequeño problema: Soli se sentía solo. Todos los días veía a las nubes flotando y jugando juntas, mientras él tenía que quedarse en su lugar, muy alto en el cielo, brillando sin descanso.

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Un día, mientras miraba a las nubes esponjosas correr de un lado a otro, Soli suspiró. “¡Cómo me gustaría poder jugar con las nubes!”, pensó. Pero, ¿cómo podría? Las nubes siempre estaban moviéndose de un lugar a otro, y él tenía que quedarse quieto.

De repente, una nube pequeña y suave llamada Nubita se acercó al sol. “Hola, Soli,” dijo Nubita con una sonrisa. “Te he visto mirar hacia aquí muchas veces. ¿Por qué no vienes a jugar con nosotras?”

Soli sonrió, pero luego se puso triste. “Me encantaría jugar, pero no puedo moverme de mi lugar. Si lo hiciera, la Tierra no tendría luz ni calor, y los animales y plantas me necesitan.”

Nubita pensó un momento y dijo: “Pero, ¿y si encontramos una forma de jugar juntos sin que dejes de dar luz? Podríamos hacer juegos con nuestras formas. Yo puedo formar figuras, y tú podrías iluminarme para que los niños en la Tierra vean nuestras creaciones.”

Soli se emocionó con la idea. “¡Eso suena divertido!” exclamó. “Vamos a intentarlo.”

Desde ese día, Nubita y Soli se convirtieron en grandes amigos. Jugaron juntos formando figuras en el cielo, y cada vez que los niños miraban hacia arriba, veían las formas de animales, castillos y corazones que Nubita hacía con la luz del sol brillando a través de ella.

A veces, cuando Soli quería jugar más tiempo, las nubes se volvían de color rosa, naranja y púrpura al atardecer, creando hermosos colores en el cielo. Los animales de la Tierra también estaban contentos, porque Soli seguía dando su luz y calor, pero ahora también tenía tiempo para divertirse.

Una tarde, Nubita formó la figura de un gran barco en el cielo, y Soli lo iluminó con su brillo dorado. Los niños que lo vieron desde abajo se rieron y comenzaron a imaginar que navegaban en el barco de luz.

Soli ya no se sentía solo. Aunque no podía moverse como las nubes, había aprendido que siempre hay una manera de divertirse si trabajas con tus amigos. Y desde entonces, cada vez que miras al cielo en un día soleado, podrías ver a Soli y Nubita jugando juntos, llenando el cielo de magia y alegría.

Fin.

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