Había una vez, en un pequeño bosque lleno de árboles altos y flores de colores vivos, un conejo llamado Tobi y una ardilla llamada Mia. Tobi era conocido por ser rápido y siempre estaba corriendo de un lado a otro, mientras que Mia era una excelente trepadora que adoraba explorar las ramas más altas de los árboles. Aunque eran muy diferentes, Tobi y Mia eran mejores amigos desde que tenían memoria.
Una mañana soleada, mientras ambos jugaban cerca de un arroyo, escucharon un sonido muy curioso. Era como un pequeño gemido que venía de los arbustos. Tobi, siendo tan curioso como siempre, corrió a investigar, y Mia lo siguió saltando de rama en rama. Cuando se acercaron, encontraron a un pequeño pájaro azul con el ala lastimada.
—¡Oh no! —dijo Mia, con los ojos llenos de preocupación—. Parece que necesita ayuda.
Tobi asintió. —Tenemos que hacer algo. No puede quedarse aquí solo. Hay zorros cerca de esta zona.
Con mucho cuidado, Mia recogió al pajarito con una hoja grande, y juntos lo llevaron a un lugar más seguro, bajo la sombra de un roble. Mia buscó hojas suaves para hacerle una cama, mientras Tobi corrió hacia el arroyo para traer agua en una pequeña concha.
El pájaro, que se llamaba Pico, les dio las gracias con una voz débil. —Gracias por ayudarme. Me caí de mi nido y me lastimé el ala. Ahora no puedo volar para regresar con mi familia.
Tobi y Mia se miraron. Sabían que tenían que hacer algo más.
—No te preocupes, Pico —dijo Mia con una sonrisa amable—. Te ayudaremos a regresar a casa.
Durante los días siguientes, Tobi y Mia cuidaron de Pico. Mia le enseñó a Tobi cómo encontrar semillas y frutas pequeñas para alimentar al pajarito, y Tobi se aseguraba de que siempre tuviera agua fresca. Poco a poco, el ala de Pico comenzó a sanar, pero todavía no podía volar largas distancias.
Una tarde, mientras paseaban por el bosque con Pico, encontraron un gran árbol con una grieta en el tronco. Había muchas ramas rotas alrededor, y Mia exclamó: —©Ese debe ser tu hogar, Pico! ¡Mira! Hay otros pájaros azules en la copa del árbol.
Pico miró hacia arriba con los ojos brillantes, pero pronto su expresión se entristeció. —Sí, es mi hogar… pero no puedo llegar allá arriba. Aún no puedo volar bien.
Tobi frunció el ceño y dijo: —Entonces te ayudaremos a subir. ¡Somos un equipo, y los amigos siempre se apoyan!
Mia, que era la más ligera y ágil, decidió llevar a Pico. Pero para llegar hasta la copa del árbol, necesitaba que Tobi le ayudara. El conejo encontró ramas fuertes y las colocó en forma de escalera improvisada para que Mia pudiera subir más fácilmente. Mia trepó con cuidado, llevando a Pico en su espalda.
Finalmente, llegaron a la cima, donde la familia de Pico esperaba con ansias. Su mamá y papá pájaro lo recibieron con abrazos y trinos de alegría. Mia bajó con una sonrisa de oreja a oreja, y Tobi dio un gran salto de felicidad al ver que todo había salido bien.
Pico les agradeció con una gran sonrisa. —Nunca olvidaré lo que hicieron por mí. Me cuidaron cuando más lo necesitaba y me ayudaron a volver con mi familia. Ustedes son verdaderos amigos.
Esa noche, mientras Tobi y Mia descansaban bajo las estrellas, reflexionaron sobre lo que había sucedido.
—La verdadera amistad no se trata solo de divertirse juntos, —dijo Mia con una voz suave—. Se trata de estar ahí el uno para el otro, incluso cuando las cosas son difíciles.
Tobi asintió. —Y también de trabajar en equipo, porque juntos podemos lograr cosas que nunca podríamos hacer solos.
Desde ese día, Tobi y Mia siguieron explorando el bosque juntos, pero siempre recordaron la lección que Pico les enseñó: la amistad verdadera es un tesoro que hay que cuidar y valorar, porque con amigos de verdad, cualquier aventura es posible.
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
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