Había una vez un niño llamado Nico, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques verdes. A Nico le encantaba explorar, pero había algo que nunca había hecho: quedarse despierto toda la noche. Su mamá siempre le decía: “La noche está llena de magia, pero también de sueños. Así que mejor duerme temprano”. Pero esa noche, algo diferente iba a suceder.
Esa tarde, mientras jugaba en el jardín, Nico encontró una pequeña llave dorada escondida entre las flores. La llave brillaba bajo la luz del sol y parecía susurrar secretos. Intrigado, la guardó en su bolsillo, preguntándose qué podría abrir.
Cuando llegó la hora de acostarse, Nico no podía dejar de pensar en la llave. “¿Y si pertenece a algo mágico?”, pensó. Así que, en lugar de dormirse, decidió quedarse despierto. Esperó hasta que la casa estuvo en silencio, se puso su linterna al cuello y bajó las escaleras de puntillas.
El salón estaba oscuro, pero algo brillaba desde la pared. Era un pequeño cofrecito incrustado en un rincón, uno que nunca antes había visto. Nico se acercó y, con manos temblorosas, sacó la llave dorada. Encajaba perfectamente. Giró la llave, y el cofre emitió un suave clic antes de abrirse. Dentro había un pergamino enrollado y una pequeña campana de plata.
El pergamino decía: “Para descubrir la magia de la noche, toca esta campana bajo la luz de la luna”.
Nico corrió hacia el jardín. La luna llena brillaba intensamente, iluminando todo a su alrededor. Con cuidado, hizo sonar la campana. Al principio, no pasó nada, pero luego el viento comenzó a susurrar, y las sombras de los árboles empezaron a moverse de manera extraña. ¡La magia había comenzado!
De repente, una pequeña ardilla con un sombrero de copa apareció frente a él. “¡Hola, joven explorador!”, dijo con una voz aguda. “Soy el Guardián Nocturno. Gracias por liberar la magia. Pero ahora tienes una misión: debes ayudar a restaurar el equilibrio de la noche.”
Nico, aunque sorprendido, asintió. “¿Qué tengo que hacer?”
La ardilla sacó un mapa diminuto de su bolsillo. “Hay tres tareas que debes completar antes de que el gallo cante. Primero, encuentra la estrella perdida en el Lago Brillante. Luego, devuelve la pluma dorada al árbol viejo en el Bosque Susurrante. Y por último, enciende la linterna mágica en la Cima de los Sueños.”
Sin pensarlo dos veces, Nico aceptó. Siguiendo el mapa, llegó al Lago Brillante, donde las estrellas parecían reflejarse en el agua como un espejo. “¿Cómo encuentro una estrella perdida?”, se preguntó. Pero entonces escuchó un pequeño “ayuda”. Miró de cerca y vio una pequeña estrella atrapada entre las piedras del lago. Con cuidado, la liberó y la lanzó al cielo, donde volvió a brillar con sus hermanas.
La siguiente parada fue el Bosque Susurrante. Allí, cada paso que daba parecía despertar a los árboles, que murmuraban cosas incomprensibles. En una rama baja, encontró la pluma dorada. “¡Gracias por devolverme mi pluma!”, dijo una voz profunda. Era el árbol viejo, que sonrió con sus ojos formados por nudos en el tronco.
Finalmente, Nico llegó a la Cima de los Sueños justo cuando el cielo comenzaba a aclararse. Allí, encontró una gran linterna mágica, pero estaba apagada. Recordó la campana de plata, así que la hizo sonar. La linterna se encendió, llenando el cielo de colores y estrellas fugaces.
El sol comenzaba a salir cuando Nico regresó a casa, cansado pero feliz. La ardilla con sombrero de copa lo esperó en la puerta. “¡Lo hiciste, Nico! Has restaurado la magia de la noche. Ahora, es hora de descansar.”
Cuando Nico se despertó, todo parecía un sueño. Pero en su mesa de noche, estaba la campana de plata, recordándole que la magia siempre está presente, si sabemos dónde buscar.
Y así, Nico aprendió que las noches no solo están llenas de sueños, sino también de aventuras que esperan ser descubiertas.
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
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