La casa del bosque y el misterio de la luna llena
En un pequeño pueblo rodeado por un espeso bosque, vivía una niña llamada Luna. Luna era muy curiosa y siempre soñaba con aventuras misteriosas. A pesar de ser un poco miedosa, le encantaba explorar, especialmente cuando la luna llena iluminaba el cielo, creando sombras misteriosas y extrañas figuras entre los árboles.
Una noche, mientras caminaba por el jardín de su casa, Luna vio algo muy curioso. Al fondo, en lo más profundo del bosque, brillaba una luz suave, como si alguien estuviera encendiendo velas en una casa antigua. “¿Qué será eso?” se preguntó, mirando la luz con ojos grandes de curiosidad.
“Debe ser una estrella fugaz,” pensó al principio, pero luego recordó que las estrellas no brillan así, ni tan cerca del suelo.
Decidida a resolver el misterio, Luna se puso su abrigo, cogió una linterna y, con mucho cuidado, se adentró en el bosque. El viento soplaba suavemente y las hojas crujían bajo sus pies. Aunque el bosque era oscuro, la luz de la luna iluminaba el camino, y Luna no sentía miedo. Después de todo, estaba acostumbrada a explorar, aunque, en el fondo, sentía un pequeño cosquilleo de emoción.
A medida que se acercaba a la luz, Luna notó que la casa parecía antigua. Era una casita de madera, con ventanas pequeñas y una chimenea por donde salía un suave humo blanco. Pero lo que más le llamó la atención era que, por alguna razón, la puerta estaba abierta.
“Eso es raro,” pensó Luna. “¿Quién vive aquí?”
Con un poco de miedo, pero llena de curiosidad, Luna decidió entrar. Empujó la puerta con suavidad y entró en la casita. Dentro, el aire olía a madera vieja y a hierbas secas. Las paredes estaban decoradas con cuadros de paisajes de montañas y ríos, y en una mesa había una lámpara encendida que iluminaba toda la habitación con una luz cálida.
“¿Hola?” dijo Luna en voz baja, mirando a su alrededor.
Nadie respondió, pero de repente, una suave risa se escuchó desde el rincón de la sala. Luna dio un pequeño salto, asustada, pero la risa era tan suave y amigable que no pudo evitar sonreír. Desde el rincón salió una pequeña figura, una hada que volaba suavemente con alas brillantes.
“¡Hola, Luna! No te asustes, soy Luna, el hada del bosque,” dijo la figura con una voz suave y dulce.
“¿Tú eres el hada del bosque?” preguntó Luna, un poco sorprendida pero aliviada de que no fuera un fantasma ni algo aterrador.
“Sí, lo soy. Vivo aquí, en esta casita, porque me encanta ayudar a los niños curiosos como tú a descubrir los secretos del bosque. Pero te advierto, algunas veces, el bosque tiene pequeños misterios… que no son tan fáciles de resolver.”
Luna, intrigada, miró a Luna el hada y preguntó: “¿Qué misterio hay hoy?”
Luna el hada sonrió y dijo: “Hoy, en la noche de luna llena, se abre un portal secreto en el bosque, que solo aparece una vez al año. Si lo encuentras y entras, podrás ver cosas que nunca habías imaginado.”
“¿Un portal secreto?” exclamó Luna, con los ojos muy abiertos. “¡Eso suena emocionante! ¿Cómo lo encuentro?”
“Primero, debes ser valiente,” dijo Luna, “porque el portal aparece en un lugar muy oscuro, y hay que atravesar tres pruebas para llegar hasta él.”
Luna pensó por un momento. “¿Qué pruebas?” preguntó, sintiendo un pequeño cosquilleo en su estómago.
“La primera prueba es encontrar el árbol susurrante. Es un árbol muy antiguo, cuya corteza está cubierta de musgo y cuya sombra parece moverse por sí sola. Si escuchas sus susurros, seguirás el camino correcto.”
“¿El árbol susurrante?” repitió Luna. “Eso suena muy misterioso.”
“Sí, pero no tengas miedo. Recuerda que todo en este bosque tiene un propósito. La segunda prueba es cruzar el puente flotante. Un puente que aparece solo cuando el viento sopla de una forma especial. Si te caes, no te preocupes, porque el viento te llevará de vuelta a la orilla.”
“¿Y la tercera prueba?” preguntó Luna, muy intrigada.
“La tercera prueba,” dijo Luna el hada, “es la más importante de todas: el corazón valiente. Tienes que tener el coraje de entrar al portal, sin importar lo que veas. Algunas veces, el portal muestra imágenes que nos asustan, pero solo aquellos que no tienen miedo de lo desconocido podrán cruzarlo.”
Luna respiró hondo, sintiéndose más valiente que nunca. “¡Voy a hacerlo! ¡Voy a encontrar el portal!”
Luna el hada sonrió y le dio una pequeña piedra brillante. “Esta piedra te ayudará en tu camino. Solo tienes que mantenerla cerca de ti y seguir el resplandor de la luna.”
Con la piedra en mano, Luna salió de la casita y siguió el camino hacia el bosque oscuro. El aire estaba frío, pero la luna iluminaba el sendero con su luz plateada. Después de caminar un rato, Luna escuchó un suave susurro proveniente de un árbol viejo y torcido.
“¡El árbol susurrante!” exclamó Luna, y se acercó con cautela. Al escuchar los susurros, comenzó a seguirlos hasta llegar a un pequeño puente flotante, que aparecía y desaparecía con el viento.
Luna cruzó el puente, mirando el agua que reflejaba la luna, y pronto encontró el portal. Era una puerta de luz brillante, que parecía flotar en el aire.
Con el corazón palpitando, Luna dio un paso hacia el portal, sintiendo que su valentía la impulsaba. No sabía lo que encontraría al otro lado, pero algo le decía que, a veces, los miedos solo existen en nuestra imaginación.
Y así, Luna cruzó el portal, con el corazón lleno de curiosidad y valentía, lista para descubrir un mundo mágico y lleno de maravillas.
Moraleja:
A veces, el mayor misterio no está en lo que nos asusta, sino en lo que nos anima a ser valientes. La verdadera magia está en enfrentar lo desconocido con un corazón valiente.
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
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