En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques espesos, vivía un niño llamado Mateo. Mateo era un chico amable y sonriente, pero también muy tímido. Tenía miedo de muchas cosas: a la oscuridad, a las alturas e incluso al perro grande que vivía en la esquina de su calle. Aunque siempre quería ser valiente, no sabía cómo hacerlo.
Un día, mientras jugaba en el jardín de su abuela, escuchó un murmullo que venía del viejo pozo. Se acercó con cuidado, sintiéndose un poco nervioso, y escuchó una voz suave que decía: “¡Ayuda! ¡Estoy atrapado!” Mateo miró dentro del pozo, pero solo vio oscuridad.
“¿Quién está ahí?” preguntó con voz temblorosa.
“Soy yo, Lumín, el guardián de los valientes. Me he quedado atrapado aquí y necesito tu ayuda para salir,” respondió la voz.
Mateo se sintió dividido. Queriía ayudar, pero también le daba miedo acercarse demasiado al pozo. Finalmente, reunió coraje, tomó una cuerda vieja que encontró cerca y la lanzó al interior.
“¡Ya está, sujétate!” dijo, esforzándose por sonar decidido. Poco a poco, Mateo sintió que algo tiraba de la cuerda. Con todas sus fuerzas, jaló hasta que una pequeña criatura luminosa salió del pozo. Era un ser pequeño y brillante, con alas que chisporroteaban como estrellas.
“Gracias, Mateo,” dijo Lumín, flotando en el aire. “Sabía que podías hacerlo. Tu valentía me ha liberado.”
Mateo parpadeó, sorprendido. “¿Valentía? Pero yo tenía mucho miedo.”
Lumín sonrió. “La valentía no significa no tener miedo, sino enfrentarlo. Y tú lo hiciste. Por eso, te daré un regalo especial: un mapa que te llevará a tres pruebas de valentía. Si las superas, descubrirás lo fuerte que puedes ser.”
Mateo tomó el mapa con manos temblorosas pero emocionadas. Mostraba tres lugares: el Bosque Sombrío, el Puente Elevado y la Cueva del Eco.
Primera prueba: El Bosque Sombrío
Con el mapa en mano, Mateo se adentró en el Bosque Sombrío. Los árboles eran tan altos que apenas dejaban pasar la luz, y todo estaba en silencio, excepto por el crujir de las hojas bajo sus pies. De repente, escuchó un gruñido. Unos ojos amarillos brillaron entre los arbustos.
“¡Es un lobo!” pensó Mateo, congelándose de miedo. Pero recordó las palabras de Lumín: la valentía es enfrentar el miedo. Inspiró hondo y dijo en voz firme: “¡No tengo intenciones de hacerte daño! Solo quiero pasar.”
El lobo salió de los arbustos. No era tan grande como Mateo había imaginado, y tras mirarlo un momento, se dio media vuelta y desapareció. Mateo se sintió aliviado y orgulloso. Había pasado la primera prueba.
Segunda prueba: El Puente Elevado
El siguiente destino era un puente colgante que cruzaba un profundo cañón. Mateo miró hacia abajo y sintió que le temblaban las piernas. “¿Y si el puente se rompe?” pensó. Pero también pensó en lo lejos que había llegado y en lo bien que se había sentido al superar el Bosque Sombrío.
Dio el primer paso, luego otro, y otro más. El puente se balanceaba con el viento, pero Mateo mantuvo la mirada al frente. Cuando llegó al otro lado, su corazón latía con fuerza, pero también sentía una inmensa alegría. “¡Lo logré!” gritó, alzando los brazos.
Tercera prueba: La Cueva del Eco
Finalmente, Mateo llegó a la Cueva del Eco, un lugar oscuro y misterioso donde, según el mapa, vivía su última prueba. Entró con cautela, sintiendo el aire frío en su rostro. De pronto, escuchó una voz profunda que decía: “¿Quién osa entrar en mi cueva?”
Mateo tragó saliva, pero respondió: “Soy Mateo, y estoy aquí para demostrar mi valentía.”
La voz resonó de nuevo: “Para salir, debes enfrentarte a tu reflejo.” De repente, una pared de cristal apareció frente a él, y vio su imagen reflejada. Pero no era un simple reflejo. Su imagen se burlaba de él, diciendo: “Eres demasiado tímido. Nunca serás lo suficientemente valiente.”
Por un momento, Mateo sintió ganas de salir corriendo. Pero luego pensó en todo lo que había logrado. Había enfrentado al lobo, cruzado el puente y llegado hasta aquí. Miró a su reflejo y dijo: “No soy perfecto, pero estoy aprendiendo a ser valiente. Y eso es lo que importa.”
La pared desapareció, y Lumín apareció una vez más, brillando con intensidad. “¡Lo hiciste, Mateo! Superaste las tres pruebas. Ahora sabes que la valentía no es la ausencia de miedo, sino enfrentarlo con determinación.”
Mateo regresó a su pueblo, donde compartió su aventura con sus amigos y familia. Desde ese día, aunque aún tenía miedo a veces, sabía que podía enfrentarlo. Y así, Mateo se convirtió en un ejemplo de cómo el poder de la valentía puede transformar hasta al corazón más tímido en uno fuerte y decidido.
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
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