Relatos que harán sonreír a los más pequeños
Había una vez, en un colorido valle lleno de flores y árboles frutales, un pequeño elefante llamado Tito. Tito no era como los otros elefantes. En lugar de usar su trompa para cosas importantes, como tomar agua o alcanzar frutas, Tito tenía un talento muy especial: ¡hacía reír a todos con sus ocurrencias!
Cada mañana, cuando el sol empezaba a asomarse por encima de las montañas, Tito salía de su casa, una acogedora cueva hecha de hojas y ramas, y corría al parque para encontrar a sus amigos: la jirafa Pipa, el león Leo y la tortuga Tita.
Un día, Tito tenía una idea que le hizo reír solo de pensarlo. “¿Y si hago algo muy divertido para mis amigos hoy?”, pensó. Así que comenzó a ensayar un truco muy especial.
—¡Hoy les voy a mostrar algo increíble! —dijo Tito a sus amigos mientras se acercaba saltando.
Pipa, la jirafa, levantó su largo cuello y sonrió.
—¿Qué es lo que vas a hacer, Tito? —preguntó curiosa.
Tito, con su trompa en el aire, se puso muy serio y dijo:
—¡Voy a bailar como un flamenco!
Pipa, Leo y Tita se miraron, confundidos. Tito nunca había hecho algo así antes, y no sabían si podía bailar como un flamenco. Pero decidieron esperar, porque sabían que Tito siempre tenía sorpresas divertidas.
Entonces, Tito se puso en posición, levantó una pata, y comenzó a moverla de un lado a otro, con su trompa levantada en el aire como si fuera una pluma. Al principio, los otros animales se quedaron en silencio, pero luego… ¡BAM! Tito tropezó con una piedra y cayó al suelo, rodando de un lado a otro.
—¡Jajajajaja! —rió Pipa, mientras Leo soltaba una carcajada.
Tita, la tortuga, también empezó a reír, aunque de una manera muy tranquila, porque siempre tenía la risa pausada.
—¡Tito, eres el mejor! —dijo Leo entre risas.
Tito, un poco avergonzado pero feliz de ver a sus amigos reír, se levantó y sacudió el polvo.
—¡No me di cuenta de esa piedra! Pero ya verán lo que puedo hacer ahora.
Así que se puso de pie y, con mucha seriedad, comenzó a hacer movimientos de baile aún más extraños: ¡giraba, saltaba y movía su trompa como si fuera una maraca! Cada vez que hacía un giro, sus amigos reían más y más.
—¡Eso sí que es un baile de elefante! —gritó Pipa, que no paraba de reír.
—¡Tito, eres un flamenco elefante! —dijo Leo, mirando al pequeño elefante con ojos sorprendidos.
Tita, que era la más tranquila del grupo, dio un pequeño aplauso con sus patas.
—¡Bravo, Tito! ¡Bravo! —dijo con una sonrisa.
Tito estaba tan feliz que no podía dejar de reír también. Estaba disfrutando muchísimo ver a sus amigos tan contentos. Mientras descansaba, Pipa le preguntó:
—Tito, ¿cómo se te ocurren tantas cosas divertidas?
Tito pensó un momento y respondió:
—Pues, a veces me pregunto qué pasaría si hiciera las cosas de una manera diferente. Como bailar como un flamenco o intentar algo nuevo. Creo que si uno se divierte con lo que hace, ¡todo se vuelve más divertido!
—¡Eso es muy cierto! —dijo Leo, dándole una palmada en la espalda.
Después de un rato, los cuatro amigos decidieron ir a pasear por el bosque para buscar frutas. Tito tenía una idea más en mente.
—¿Y si jugamos a adivinar qué frutas estamos comiendo? —sugirió Tito con una sonrisa traviesa.
A Pipa le brillaron los ojos.
—¡Sí, me encanta esa idea! —dijo. —Pero, ¿cómo lo vamos a hacer?
Tito, siempre ingenioso, explicó:
—Yo me tapo los ojos con una hoja, y ustedes me dan una fruta para que la adivine solo tocándola. Si adivino bien, ¡tienen que hacer un baile como el mío!
Todos aceptaron la propuesta de Tito y comenzaron el juego. Tito se tapó los ojos y Tita le dio una fruta muy suave. Tito la tocó con su trompa y dijo:
—¡Es una banana!
—¡Correcto! —exclamó Tita. —Ahora, haz tu baile de flamenco elefante.
Tito comenzó a bailar de nuevo, levantando una pata y girando en círculos, mientras todos se reían y aplaudían. El sol brillaba, el viento soplaba suavemente entre los árboles, y todo parecía perfecto.
Después de un rato, ya era casi hora de regresar a sus casas. Tito, contento de haber hecho tan felices a sus amigos, les dijo:
—Me alegra que hayamos pasado un día tan divertido. Pero recuerden, siempre que se sientan tristes, solo tienen que pensar en algo gracioso y todo será mejor.
Pipa, Leo y Tita asintieron con una sonrisa.
—¡Eso es lo que siempre haces, Tito! —dijo Leo. —Nos haces sonreír aunque el día no esté tan soleado.
Y así, entre risas y juegos, Tito y sus amigos regresaron a sus casas. Tito se acomodó en su cama de hojas y cerró los ojos con una gran sonrisa. Sabía que siempre podría contar con su trompa y sus ocurrencias para hacer reír a sus amigos. Y, sobre todo, había aprendido que, aunque el día pudiera tener momentos difíciles, siempre había algo divertido esperando a ser descubierto.
Moraleja: A veces, la mejor forma de hacer frente a los días grises es reírse de uno mismo y disfrutar de los pequeños momentos. Y, sobre todo, ¡siempre es bueno compartir una sonrisa con los demás!
Y colorín colorado, este cuento ha terminado. ¡Que tengas dulces sueños llenos de risas!
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Radhe – Autor de Cuentos Cortos
¡Hola! Soy Radhe, el creador de Cuentos Cortos, un espacio donde los cuentos cobran vida y las imaginaciones de los niños pueden volar. Me encanta escribir historias mágicas y divertidas que llenen de alegría a los pequeños lectores. Aquí encontrarás cuentos cortos y de antes de dormir en español, cada uno acompañado de un audiolibro y hermosas ilustraciones.
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